Cuando el relato nos aleja de las causas

La necesidad de interpretar un proceso sintomático, más allá de la intensidad y localización, tratando de establecer hipótesis de causalidad, exige una mirada funcional durante la evaluación. Contemplar el fenómeno de compensación no solo como consecuencia sino como causa de determinados síntomas, aporta un nuevo significado a la evaluación postural de quienes consultan.

El abordaje de los síntomas músculo – esquelético en sus aspectos funcionales, en algunos casos presenta problemas; uno de ellos es lograr una correcta interpretación de las causas que los justifican. Esto se debe por un lado a la complejidad del fenómeno y por otro a la dificultad para observar e interpretar el fenómeno, esto último por la insuficiencia de elementos de diagnóstico que permitan mostrar los aspectos micro y macroscópicos del funcionamiento biomecánico en una visión global. Esto convierte a la clínica kinésica en una herramienta fundamental para la interpretación del fenómeno.

Es frecuente en RPG tener que abordar cuadros sintomáticos que afectan al sistema músculo–esquelético. Estos cuadros que responden a un proceso funcional, y tienen como sustento una alteración biomecánica, suelen presentar dificultades en su abordaje. Una de las dificultades es lograr una correcta interpretación de las causas que justifican el cuadro, ya sea por la complejidad del fenómeno en sí mismo y/o por la dificultad para observarlo e interpretarlo. Esto último en gran parte debido a la falta de elementos de diagnóstico, que permitan mostrar los aspectos micro y macroscópicos del funcionamiento biomecánico dentro de una visión global. En este contexto la exploración clínica kinésica, se convierte en una herramienta importante para la interpretación de la situación que motiva la consulta.

En la exploración clínica, habitualmente el síntoma se convierte en el elemento central, pues es el disparador de la consulta y la eliminación o disminución se convierte en el principal interés del paciente, incluso el terapeuta suele ponerlo como objetivo substancial de la terapéutica.

Dentro de este esquema, el proceso de indagación es parte fundamental del abordaje. La referencia que el paciente hace del síntoma, si bien una expresión subjetiva, es un elemento importante para poder comprender como y cuanto ese problema lo afecta, pero debemos tener cuidado con la interpretación que hacemos. Si sólo analizamos el síntoma en sí mismo, y lo identificamos como, EL PROBLEMA, corremos el riesgo de tener una visión atomizada del ser humano; en la cual lo importante está en el lugar de referencia actual y es en él en donde tengo que actuar para intentar resolver el cuadro. Analizar un síntoma en forma desconectada de la experiencia vivida por quien lo padece, como si ese síntoma no tuviese relación con la historia corporal de la persona; es común en la práctica profesional en salud y puede alejarnos de las razones que le dieron origen y puede conducir nuestra terapéutica en una dirección equivocada o por lo menos poco efectiva. Incluso en el caso que se logre suprimir el síntoma actual, por el abordaje local en el lugar de referencia, habremos perdido la posibilidad de comprender el fenómeno de una manera más integradora y las chances de recidiva serán mayores, pues todavía subyace el factor que lo generó.

Para modificar esta visión parcial, e intentar un tratamiento que respete la integridad corporal del paciente; debemos tener en cuenta que el síntoma actual, si bien importante y muchas veces el principal motivo de consulta; resulta secundario a fenómenos previos dentro de la historia de ese individuo. Por lo tanto debemos tratar de determinar si esto que hoy la persona nos refiere como su problema, guarda relación con alguna situación previa ya suprimida por los mecanismos automáticos de defensa[1]. Philippe Souchard definió esta situación con el nombre de “Los efectos permanentes y las causas desvanecidas”, en donde hace referencia cómo un proceso primario genera un síntoma y esta situación de displacer pone en marcha los mecanismos de defensa, los cuales dependiendo de su eficacia y de la magnitud del problema, logran suprimir ese síntoma mediante fenómenos compensatorios corporales. De esta manera el cuerpo logra evitar una situación de displacer mediante una modificación morfológica, un cambio en la postura, la cual si el problema de fondo persiste o los mecanismos de defensa no pueden desestructurarse una vez finalizado el episodio inicial, pasará a ser la nueva situación de normalidad para el esquema corporal de esa persona. Podemos definir esta nueva organización corporal comonormalidad compensatoria, en donde el sistema es incapaz de reconocer dicha situación como una reacción ante la agresión. De esta manera el individuo continúa funcionando bajo su nueva organización corporal, sin poder asociarla al síntoma que le dio origen.

En un sistema funcionalmente interdependiente como el cuerpo humano, la modificación del funcionamiento de una de las partes trae aparejado un cambio en el funcionamiento de todo el sistema; solo es cuestión de tiempo y un suceso para que un nuevo síntoma aparezca.

El alcance de esta perturbación, está en relación con:

· La magnitud del fenómeno

· Con la importancia de la función que está en juego

· Con la capacidad de adaptación corporal en el todo y cada una de las partes

Si el nuevo síntoma se encuentra en la misma zona que el anterior, el interrogatorio nos guiará perfectamente y tendrá valor aquello que el paciente refiera como antecedente. Pero, si por el contrario, el síntoma se desplazó por causa del funcionamiento dentro de la normalidad compensatoria, el interrogatorio no nos arrojará ninguna pista sobre los antecedentes del cuadro, suprimidos por los mecanismos de defensa. En tal situación en la mayoría de los casos la persona es incapaz de relacionar los dos fenómenos sintomáticos alejados temporo - espacialmente.

El interrogatorio deja aquí de tener tanta importancia y es necesario contar con elementos de diagnóstico clínico que permitan desde el síntoma y la situación morfológica actual, tratar de identificar si existió un proceso patológico previo que le diera origen. En RPG contamos para resolver esta situación con dos herramientas, la Reequilibración y la puesta en tensión que se realiza en la postura de trabajo. Por medio de estas, podremos reconstruir las Cadenas Lesionales. El concepto de Cadena Lesional si bien se basa en el de Cadenas Musculares, intenta determinar el camino de los mecanismos compensadores. Una cadena lesional no siempre coincide o respeta la totalidad de una cadena muscular, y tiene una organización absolutamente personal. Esa organización se establece por la acción de los mecanismos de defensa, con el objetivo de evitar el síntoma, y lo hace sobre el patrón morfológico preexistente y las actividades que lo desencadenan. El concepto de Cadena Lesional permite aplicar un tratamiento que respete las características de interrelación e interdependencia entre dos fenómenos, el primario ya suprimido y el secundario que motivó la consulta y que en un principio parecen no tener vínculo alguno.

La Reequilibración, es definida por P. Souchard cómo “Interrogar al cuerpo acerca de lo que le ocurre”. Es la cuarta etapa en el sistema de evaluación del método. Consiste en relacionar el síntoma con aquellos aspectos morfológicos que escapan del esquema ideal de organización corporal. Se lleva a cabo mediante maniobras que intentan corregir las alteraciones y determinar si esto produce un cambio en la sintomatología además de observar las compensaciones que se producen por esa corrección, o la aparición de un nuevo síntoma que el paciente puede o no reconocer. Esto permite, junto con el resto de la información obtenida, escoger la postura más adecuada para iniciar el tratamiento.

La puesta en tensión terapéutica, se realiza dentro de la postura de trabajo y consiste en aplicar tensión mecánica dosificada al sistema músculo-aponeurótico del paciente por medio de la tracción manual; al mismo tiempo que se realiza la corrección morfológica de la zona donde se está actuando. Esto permite poner en evidencia la conexión entre esa zona y otra parte del sistema por la aparición de una compensación, y nos muestra el camino de la cadena lesional.

La posibilidad de interpretar el cuadro no solamente desde el aspecto local del síntoma y poder llegar a una comprensión de la situación en el contexto del sistema músculo – esquelético, depende de la sutileza y precisión del proceso diagnóstico, y de la mirada bajo la cual se analice el problema. Para ello es imprescindible que dicho análisis funcional se haga en el marco de la globalidad y la interdependencia de cada una de las partes del sistema observado. En última instancia bajo el concepto de Campo Cerrado[2].

Esto nos debe hacer reflexionar sobre el abordaje de los síntomas; es comprensible la necesidad que sentimos como terapeutas, de suprimir el dolor del paciente, pero tenemos que prestar atención de no eliminar con ello la única forma de acceder a desenmascarar un fenómeno mucho más complejo instaurado por los mecanismos de defensa y basado en el concepto de globalidad.

Prof. Univ. Lic. Mario E. Korell

Kinesiólogo Fisiatra

Prof. de RPG

Director General de RPG-Latinoamérica

Responsable pedagógico de la Formación de RPG para América Latina

Co-Responsable de la Formación Superior:Disfunciones Articulares Periféricas, su abordaje en RPG.

[1]Para ampliar este tema puede consultarse “El protocolo del embudo” autor P. Souchard, Boletín N° 4 año 1999 Asociación Argentina de RPG. Disponible en www.rpg.org.ar

[2]P. Souchard; Reeducación Postural Global, Método del Campo Cerrado, Traducción al castellano por Instituto de Terapias Globales, Bilbao 1981.